Época: Monarquías occidenta
Inicio: Año 1043
Fin: Año 1153

Antecedente:
Francia e Inglaterra



Comentario

Anglosajones y normandos de ascendencia danesa siguieron disputándose la hegemonía política sobre Inglaterra en la transición al siglo XI. Con Canuto el Grande la unificación del Mar del Norte se convirtió en una realidad pero desde su muerte en 1035 este Imperio entró en crisis. En 1043, los anglosajones eligieron a uno de los suyos, Eduardo el Confesor, bajo cuyo reinado (muere en 1066) la realeza inglesa vio declinar su prestigio. Frente a los peligros en las fronteras galesa o escocesa fueron los "earls" de la aristocracia anglosajona quienes hubieron de organizar la defensa.
A su muerte sin herederos directos varios candidatos se disputaron la herencia del Confesor: Haroldo Haardraade de Noruega; otro Haroldo, "earl" de Wessex que fue aclamado como rey por los suyos; y Guillermo el Bastardo, duque de Normandía que, a la postre, acabaría por ganar la partida.

Con Guillermo el Conquistador se producirá la normandización de Inglaterra. Guillermo era hijo natural del duque de Normandía Roberto el Liberal (o el Diablo) y de Arleta, de una familia burguesa de Falaise. Su genio político empezó a despertarse cuando, después de una agitada minoridad, supo acabar con la turbulencia de los barones normandos derrotándolos en Vales-Dunes (1046) y devolviendo la paz al ducado. A partir de esa fecha, como ha escrito M. de Bouard, ningún príncipe contribuyó tanto como Guillermo a lo largo del siglo XI a la restauración del Estado.

Bajo su férrea mano, en efecto, Normandía acabó siendo un Estado feudal modelo. Afortunadas campañas (contra los señores de Anjou, de Maine o la propia realeza Capeto) hicieron de este dominio un territorio respetado por sus vecinos. A lo largo de una veintena de años, Guillermo forjó en Normandía la estructura feudal que luego aplicaría en Inglaterra. Su ejército, bien pertrechado y disciplinado, sería conocido en todo el Occidente por su capacidad de combate y su cohesión. Paralelamente a la sociedad civil, la Iglesia de Normandía se erigió en una estructura perfecta: entre 1035 y 1066 una veintena de abadías (alguna tan prestigiosa como Bec) entraron en la vía de la reforma.

Normandía fue, así, el banco en el que se pusieron a prueba los instrumentos de gobierno aplicados a Inglaterra después de 1066. El 25 de septiembre de este año, Haroldo de Wessex derrotaba en Stamfordbridge a un contingente noruego desembarcado en Northumbria. No pudo hacer lo mismo con el abigarrado ejército que Guillermo de Normandía había trasladado a las costas meridionales de Inglaterra. En Hastings, el afortunado duque normando obtuvo una resonante victoria que costó la vida a Haroldo.

Guillermo, protegido por el asentimiento papal, se hizo proclamar solemnemente rey en Westminster. A lo largo de veinte años, hasta el momento mismo de su muerte, Guillermo (ya el Conquistador) vivió a caballo entre su reino y su ducado. En repetidas ocasiones hubo de someter rebeliones sajonas que le permitieron acelerar el proceso de normandización de Inglaterra e incluso (1072) recoger el juramento de fidelidad del rey Malcolm de Escocia.

Inglaterra conoció una remodelación institucional en la que se fundieron elementos tanto del pasado político anglosajón como del presente normando. La vieja casta dirigente sajona fue, en buena medida, suplantada por el elemento normando vencedor. La propia Iglesia inglesa conoció, desde el sínodo de Winchester de 1070, la celosa política reformadora de Lanfranco, amigo y consejero de Guillermo y antiguo abad del monasterio de san Esteban de Caen.

Se calcula que hacia 1085 entre los señores de alto rango laicos no habría más de dos de ascendencia anglosajona; todos los obispados, salvo dos, habían sido ocupados por normandos y de las veinte abadías inglesas de mayor renombre sólo tres estaban regidas por abades anglosajones. En relación con la feudalidad laica, Guillermo el Conquistador había repartido, a partir de 1066, un enorme botín territorial del que se hicieron beneficiarios sus compañeros de victoria. Los feudos, por lo general, eran de discreta extensión; en ningún caso podían compararse al enorme patrimonio (una séptima parte de la riqueza territorial) que el monarca se había reservado a título de dominio real. Frente a la feudalidad vertical del continente, Guillermo impuso en Inglaterra una feudalidad "horizontal", reproducción de la de su ducado normando.

Un ultimo gesto caracteriza el meticuloso espíritu organizador de Guillermo: una gigantesca encuesta realizada por un ejército de pesquisidores a fin de verificar cuál era la riqueza real del país. Condado por condado y aldea por aldea se fue registrando cuál era la naturaleza de cada uno de los dominios, quiénes sus poseedores, cuántos eran sus habitantes y cuál su categoría jurídica y, en definitiva, cuánto rentaba en total. El resultado de estas investigaciones se depositó en la Tesorería real de Winchester y a nivel popular pronto se le conoció como el "Domesday Book" o Libro del Juicio Final.

A la muerte de Guillermo I resulto difícil mantener la unión personal del reino de Inglaterra, que pasó al primogénito Guillermo II el Rojo, y de Normandía que fue retenida por el segundogénito Roberto Courteheuse.

El nuevo monarca inglés no fue popular entre los suyos y, además, se granjeó la enemistad de la Iglesia cuya cabeza, el brillante teólogo Anselmo de Canterbury, se exilió en Italia. La misteriosa muerte del soberano en 1100 hizo volver las aguas a su cauce. Enrique Beauclerc, tercer hijo de Guillermo el Conquistador, fue reconocido como rey.

Mucho más prudente que su predecesor, Enrique volvió a llamar a Anselmo y firmó un acuerdo con Roma (el llamado Concordato de Westminster) respetuoso con las libertades eclesiásticas. El proceso de centralización iniciado por Guillermo I fue proseguido. La política exterior de Enrique I obtuvo también ciertos éxitos: la influencia inglesa sobre Escocia se reforzó y Normandía, tras la derrota de Roberto Courteheuse en Tinchebrai (1106), se reintegró a la órbita de Londres.

A la muerte de Enrique (1135) los barones ingleses prefirieron proclamar a Esteban de Blois -un nieto del Conquistador- antes que a la hija del fallecido, la princesa Matilde.

Los historiadores ingleses hablan de la "anarquía bajo el rey Esteban" para definir sus casi veinte años de reinado. La carta de libertades que otorgó a los barones les dejó libres de la férula feudal a la que les había sometido el Conquistador. Matilde desembarcó en Inglaterra para hacer valer sus derechos pero no pudo defender su posición por faltarle el apoyo militar de su esposo, Godofredo de Anjou, preocupado a la sazón en incorporar Normandía a sus dominios. El desgobierno ingles había tenido ese curioso efecto: ampliar los estados de la casa de Anjou cuyo beneficiario había de ser Enrique, hijo de Godofredo y Matilde. En 1153, Esteban le reconoció como heredero. Al año siguiente Enrique II ascendía al trono ingles.